viernes, 12 de marzo de 2010

Messina destruida, la obra de Augusto Ferrari



Messina destruida, la obra de Augusto FerrariPor Mariana Fracassi Lazzarini
info@marianalazzarini.com.ar
Link: http://marianalazzarini.blogspot.com/2010/03/messina-destruida-la-obra-de-augusto.html
Las imágenes con recuadro dorado pertenecen al sitio oficial del Augusto Ferrini. El video fue tomando de YouTube. Las imágenes sin recuadro pertenecen a marianalazzarini.com.ar


Contenido de la nota:

  • La obra: Panora de Messina destruida

  • La exposición en Buenos Aires y anteriores

  • El autor: Augusto Ferrari

  • Crítica

  • Nota & links

La obra: Panorama de Messina destruida
El 28 de diciembre de 1908 se produjo un terremoto en la ciudad costera de Messina, en la región de Calabria, en Italia, seguido de olas gigantescas. El resultado fue la destrucción casi total de la ciudad y un saldo que se estima entre setenta y cien mil víctimas fatales.
Augusto Ferrari en esa época vivía en la Península, y una vez ocurrido el sismo viajó a la región para tomar durante varios días fotografías de los edificios destruidos y la vida en tales condiciones. La obra aquí detallada fue realizada en base a dicho material.

Se trata de un “panorama”, es decir, una retrato hiperrealista de 360° que se exponían cubriendo las cuadro paredes de un salón que mediante el uso de bastidores se transformaban en forma cilíndrica si no lo eran (es decir, un cuarto circular). Obsérvese que ambos lados de la fotografía podrían unirse superponiéndose un poco. Generalmente este tipo de imágenes eran utilizadas para plasmar ciudades o hechos históricos, y la instalación incluía objetos para reforzar el efecto tridimensional, juego de luces y música en vivo.
La primera vez que se expuso la obra fue dos años después del terremoto en la ciudad italiana de Torino, en una pintura mural sobre lienzo cuyas dimensiones eran de 135 metros (equivalente a poco más de una cuadra con sus calles laterales) por 15 metros de alto (equivalente a un edificio de 7 pisos aprox). Ferrari utilizó escombros que había tomado de Messina y los colocó de delante de la tela para darle mayor realismo.
En 1914 Augusto Ferrari viajó a la Argentina con la intensión de exponer aquí el mural, pero el proyecto se frustró.


La exposición en Buenos Aires y anteriores

Como parte de los festejos por sus 25 años el Centro Cultural Ricardo Rojas expuso una reproducción de la obra en tamaño original en la Fotogalería de su sede de Av. Corrientes 2038 de la ciudad de Buenos Aires. Su curador fue Alberto Goldenstein. La muestra se inauguró el jueves 3 de octubre de 2009 e iba a permanecer hasta el 21 de ese mes, pero se extendió al 27 de noviembre.
Además de “Panorama de Messina destruida” la exposición incluyo muchas obras más pequeñas del autor, fotografías de desnudos y escenas posadas que el artista utilizó para realizar sus murales de relatos bíblicos.

En 2004 el Rojas ya había expuesto la obra en una muestra dedicada íntegramente a Augusto Ferrari. Un año antes había sido presentada en la IV Bienal del Mercosur realizada en la ciudad de Puerto Alegre, Brasil. En 2002 se realizó una exposición sobre el artista en el Centro Cultural Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires

El autor: Augusto Ferrari

(Biografía tomada del diario Página 12. )
Augusto César Ferrari nació el 31 de agosto de 1871 en un pueblo cercano a Módena llamado San Possidonio. Hijo de un comerciante en vinos, estudió arquitectura en la Universidad de Génova (“En realidad, el padre lo obligó a estudiar pagándole los estudios”, dice León), pero en cuanto se diploma, en 1892, parte a Turín donde ingresa en la Academia Albertina y, ya sin ayuda económica paterna, complementa su formación con el estudio de Estilos Antiguos y Modernos en el Museo Industrial que hoy forma parte del Politécnico. El comienzo del nuevo siglo es auspicioso para él: expone su primer cuadro en una muestra colectiva en 1901 y poco después empieza a convertirse en uno de los retratistas preferidos de la nobleza italiana (sus cuadros integran las colecciones de Vittorio Emanuelle III y del Duque de Aosta y el cardenal Agostino Richelmy le encomienda la realización de los frescos de la iglesia de Cambiano). El joven Augusto descubre por entonces una faceta novedosa de la pintura que no sólo le permite combinar sus diversos saberes sino también que redefinirá su destino llevándolo a América: los “panoramas”. (…)Si bien los puristas miraban con reticencia esta práctica que convertía la pintura en espectáculo para las masas (no sólo por sus dimensiones sino también por la enorme afluencia de público que convocaban), sus más eximios practicantes, como Giacomo Grosso, eran considerados artistas “serios”. Grosso inició en la práctica de panoramas al joven Augusto cuando lo contrata como colaborador para La batalla de Turín en 1906 y, tres años después, repiten la experiencia en un encargo que les llega de la lejana Argentina para los festejos de su Centenario: una Batalla de Maipú, que se exhibiría en Buenos Aires en 1910 (en el 430 de la calle Paraná).

Poco antes del estallido de la Primera Guerra, Augusto llega a Buenos Aires con el propósito de exponer su Messina. La crisis económica desbarata sus planes pero igual decide quedarse a probar suerte. Un obispo Romero le presenta a la viuda de Emilio Mitre, que estaba inaugurando la Capilla del Divino Rostro en Parque Centenario. Ferrari se ofrece a decorar sin cargo la cúpula e interiores (descartando el óleo por su costo y optando por el blanco y negro de los grafitos bituminosos). El trabajo rinde sus frutos. No sólo conoce durante la tarea a la directora del colegio contiguo, una joven nacida en Chascomús llamada Susana del Pardo (con quien se casa en 1916) sino que a partir de entonces se suceden los encargos: primero son dos panoramas, uno de la batalla de Tucumán y otro de la de Salta (este último no sólo se exhibe en la provincia sino también luego en Buenos Aires, en la esquina de Pellegrini y Corrientes, inaugurado por el presidente Victorino de la Plaza y luego adquirido por la Sociedad Tabacalera Argentina); paralelamente hace numerosos retratos de la sociedad porteña y se inicia su fecunda relación con el poderoso monseñor De Andrea, que le encomienda la reforma y decoración de la Iglesia de San Miguel (120 cuadros que pinta en la misma iglesia y en su taller, más varios altares y el diseño del piso e interiores). Ferrari aplica una técnica similar a la que usó para su Messina: con su cámara fotográfica hace posar no sólo a modelos profesionales sino también a albañiles, mendigos que encuentra por la calle y hasta miembros de su familia para componer los retablos que luego pintará (…)

Con lo ahorrado durante esos años de trabajo, don Augusto parte en 1922 a Europa con su familia, donde se dedica hasta 1926 exclusivamente a pintar. En la campiña piamontesa se dedica a retratar escenas campestres y desnudos (tomando como modelos a campesinas que pintaba al aire libre rodeándolas de sábanas). En Venecia pinta numerosas escenas de la ciudad. El retorno lo dicta el fin de los ahorros. De vuelta en Buenos Aires, hace un mural para el comedor del convento de Nueva Pompeya y no puede con su genio: pinta, además, retratos de todos los sacerdotes del claustro. En 1928 presenta una muestra de 34 cuadros en Witcomb. Será la última vez que expone su pintura. La irrupción de las vanguardias desplaza también el atractivo por los “panoramas”: después de aceptar un último encargo panorámico, recreando la fundación de Bahía Blanca (otro centenario) es hora de desempolvar el título de arquitecto para alimentar a la familia. Augusto seguirá pintando, pero para los amigos y para decorar las iglesias que construye, combinando estilos sin pudor y con rara belleza: el ya mencionado claustro de Nueva Pompeya, la basílica de San Francisco en Córdoba, la monumental iglesia de Unquillo, la Capilla y el Colegio de las Hermanas de la Merced (también en Córdoba), la iglesia de Villa Allende (y una decena de casas preciosas, entre las que se distinguen “La Cigarra” y “El Castillo”), el colegio y la capilla de las Adoratrices (en Martínez), la Abadía de los Benedictinos y el mausoleo de De Andrea (ambos en Buenos Aires) y la majestuosa basílica de Río Cuarto, que tiene la particularidad de sus torres asimétricas, una de ellas rematada en una aguja y la otra más baja, como inconclusa (según León porque, como los árabes, su padre quiso dar a entender así que la perfección no es tarea de los hombres).

Además, presentó un proyecto para el Monumento a la Bandera de Rosario, otro para un “Palacio de los Teléfonos Argentinos” (que iba a construirse en Buenos Aires) y entre sus papeles hay planos de más de veinte iglesias que incluso bautizó aunque no se construyeran nunca (en la muestra del Recoleta puede verse el proyecto para una “Parroquia de San Ariel” que don Augusto le había regalado a uno de sus nietos preferidos, Ariel, el hijo de León desaparecido por la dictadura). En casi todas las iglesias que construyó, se hacía personalmente cargo de todo: desde dibujar los planos hasta la administración de cada uno de los gastos de obra (León: “Un verano, en Córdoba, cuando yo tenía dieciséis años, me tomó como asistente para el Colegio de las Mercedarias, verificando las entregas de material. Un día que traen los ladrillos, me pongo a contarlos y faltaban cinco. Vieras cómo se enojó con el pobre tipo por esos insignificantes cinco ladrillos. ¡Cristo santo!, decía. Que sonaba doblemente rotundo, por la entonación piamontesa que tuvo siempre”). Y ese hacerse cargo era para siempre, como lo demuestra el hecho de que, a los 85 años, se encargara en persona de los trabajos de restauración de San Miguel, muy dañada durante la quema de iglesias peronista.

 Crítica por MFL

El mural es muy impactante, Augusto Ferrari cuidó cada espacio de su obra, haciendo que los personajes interactúen entre sí y con el medio. La imagen de la obra con la que se ilustra esta nota no permite apreciar los detalles de las escenas sino por medio de tres detalles: la familia en el bote, la mujer asistiendo a los heridos tendidos sobre un colchón y el rescate de las víctimas entre los escombros. En la obra existe una relación entre todos los personajes que permite un recorrido visual muy dinámico. Hubiera sido interesante si se hubiera expuesto en 360° o al menos en 270° utilizando las tres paredes de la Fotogalería. Seguramente no se realizó para no perder el espacio destinados a las demás obras, que permiten en conjunto conocer al artista.

NOTA:

Las imágenes del panorama han sido tomadas del sitio oficial. Los detalles son fotografias de la autora de la nota.


LINK:

• Página oficial http://www.augustoferrari.com.ar/

• La fotografía como mural, en una muestra de Augusto Ferrari http://www.clarin.com/diario/2009/09/16/sociedad/s-01999637.htm

• El el nombre del padre http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-222-2002-06-09.html


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