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Foto Diario La Nación (Buenos Aires, Argentina) Link |
El modelo me
dejó fuera de la jugada. Si, se desconectó Internet y el mundo ya no supo de
mí, así de sencillo, y las circunstancias me obligan a quedarme calladita tragando
la bronca porque “al menos tenemos luz…” La situación me hace pensar qué
aburrido es el primer mundo, sin prepotentes intimando a ciudadanos de a pie
por cadena nacional, con las góndolas de sus supermercados repletas, sus calles
limpias e iluminadas; sí, las calles que en algunas ciudades primermundistas
europeas hasta parece que las enceraran. Recuerdo cuando falleció Lady Di y
como buena sudaca seguí sus funerales, no lo podía creer, tantos kilómetros que
recorrió su féretro por calles y carreteras y ¡¡¡ni un solo bache!!!Es más, ni
había señales de que hubiera habido alguna vez alguno. Como buena sudaca mal
pensada me argumenté a mí misma que los piratas hicieron pasear el fiambre por
las calles “presentables”, de esas para mostrar. Pero no, el trayecto fue
bastante recto. Hay que admitirlo, esos aburridos ni baches tienen.
Imagino que
cuando vas a un comercio y preguntas donde están las velas te señalan las de
cumpleaños, y que al pedir las “normales” te han de ver como a un amish
disfrazado de sudamericano, tomaran aire y al volver en sí peguntarán, como
tratando de mantener el statuocuo, si uno pregunta por las velas para usar en
una cena romántica. Nomás para gozar con su desencaje yo insistiría: “No, las
normales, esas que se usan cuando se corta la luz.” Andá a explicarle a un
primermundista qué es un corte de luz, que se te eche a perder toda la
mercadería de la heladera, de particulares y almacenes, que se te quemen
equipos. Estar sin luz en un edificio es, a las pocas horas, estar sin agua.
Tener que ir a bañarte a un club o casa de un pariente, y del depósito del baño
mejor ni hablamos. Sin luz, sin agua y sin un gobierno que responda porque
cuando las papas queman la que te dije no aparece ni en sus monólogos por
cadena nacional, se llama a silencio al mejor estilo Poncio Pilatos. Los
primermundistas sólo escuchan la voz de su presidente durante la campaña
electoral y una vez al año durante su rendición de cuentas (quienes las hacen)
o el saludo navideño. Lo dicho, son un manga de aburridos.