Soy “cacerolera” de vieja data, desde la terraza de mi casa
y en la calle. Y ayer no fe la excepción, aunque en principio no iba a ir
porque tenía el día muy complicado desde la mañana a la noche, sin embargo a
primera hora de la tarde, y gracias a que ya llegaba tarde a la facultad, decidí
ir al Congreso Nacional. Eran pasadas las 15 hs, y no había demasiada gente, se
nota que si lo había habido antes. Me ubique en la valla frente a la pantalla
que estaba colocada frente al Congreso, a un lado y con el paso de las horas
fui corriéndome hacia el centro.
Entre Ríos/Callao estaban cortadas, al igual que algunas
transversales. Había fuerte vigilancia en la cercanía al Congreso Nacional. En
la esquina de Hipólito Hirigoyen había carros hidrantes de Policía Federal. Los
kirneristas pasaran a la historia por su rejas y sus vayas, ni los militos tenían
tantas… Junto a las rejas del Palacio se colocaron vallas. Rivadavia estaba
cortada con valla altas de rejas, por ahí es la entrada al recinto y ésta sólo
fue permitida para lo diputados, se prohibió el ingreso de los ciudadanos a las
gradas y varios legisladores hicieron saber que incluso a sus propios
colaboradores se le impidió ingresar.
Frente a la entrada principal, junto a las vallas, se
estacionó un camión con acoplado, en donde se colocó una gran pantalla y
parlantes desde los cuales se pudo seguir la sesión. La pantalla se comió
varios botellazos de gente enojada ante el cinismo de varios diputados
oficialistas. Los dueños de la pantalla en varios momentos amenazaron con
cortar la transmisión si seguían tirando botellitas vacías de gaseosas, de
hecho por un momento cortaron la imagen y en otro tramo cortaron el audio, pero
siempre se volvió a transmitir.
Como dueños de casa, los periodistas gráficos se subían al
acoplado en busca de su mejor imagen. Es inevitable sentirse como mono de circo
cuando los teleobjetivos apuntan hacia vos o hacia quien esta a tu lado. Como
siempre, a los periodistas gráficos les importó un cuerno respetar a la gente. En
lo personal tuve durante largo tiempo un objetivo junto a mi cabeza y la única
forma de quitarme de encima al molesto fotógrafo fue interferir su visión con
mi mano, entonces se dio por aludido que me estaba molestando y cambió de
lugar. Peor fue el accionar de una cronista, una mujer de edad avanzada que alucinaba
ser Miss Argentina e iba y venía a lo largo del acoplado, por delante de la
pantalla, durante la sesión. Es decir, vimos una de las sesiones más
importantes de la Cámara
de Diputados con una tarada cruzándose por delante de la pantalla a cada rato. Por
momento la ridícula grababa copetes, a uno de los lados, muy en diva,
totalmente fuera de lugar, y en otro momento, bajo del camión y me dijo al oído
que cantara el Himno porque iban a salir en directo. Me provocó tanto asco su
intento de puesta en escena barata… La gente canto, cuando le dio la gana, y
afortunadamente al margen de estos peleles cuyos micrófonos y cámara no estaban
identificados con ninguna señal de televisión. Tampoco los fotógrafos estaban
identificados, ningún comunicador llevaba gafete o logo en sus equipos de los
medios para los que trabajan.
Desde esa hora hasta la madrugada cuando terminó la sesión había
mucha gente mayor y pocos jóvenes, y apenas quedaban militantes de izquierda. La
sensación generalizada era de gran indignación, algunas señoras tenía fe de que
el oficialismo pudiera no lograr el cuorum para aprobar la ley, y sostenían
unos impresos con la lista de los 12 diputados que si bien no eran de la
oposición, podían –se pensaba- votar en contra. El comportamiento de la gente
fue correcto, sólo un borracho dio la nota, y dos hombres que tuvieron
reacciones muy violentas; llegaron de la nada, quisieron violentar la valla y
luego desaparecieron, propios o infiltrados, su accionar no paso a mayores.
El cinismo de los diputados oficialistas, esa manía de
querer tomar a la gente por idiota con falacias mediocres e insultos al tiempo
que se autoproclaman dueños de la verdad y el amor, porque en Argentina el amor
pasó a ser una de las banderas kircheristas, y según ellos mismos, el odio es
la nuestra, la de los republicanos que nos indignamos ante la corrupción y
prepotencia del gobierno y sus militantes. Por línea general los discursos
oficialistas se acompañaban con cacerolazo y “Uuhhhhh!!” y los opositores con
aplausos, algunos fueron vivados al finalizar su interpelación.
Junto a la pantalla había un cartel con forma de Constitución
Nacional, y parecía cosa de Mandinga pero el viento la volteaba muchas veces
coincidiendo con los discursos oficialistas.