martes, 15 de junio de 2010

Loreley, de Alfredo Catalani. Casa de la Ópera de Buenos Aires.


Por Mariana Fracassi Lazzarini
info@mnarianalazzarini.com.ar
Publicado en : http://www.laculturanacional.com.ar/index.php/Loreley,_Teatro_Avenida_2010_-_Cr%C3%ADtica



Calificación: Buena


La casa de la Ópera de Buenos Aires presentó en el Teatro Avenida “Loreley” de Alfredo Catalani.


La orquesta estuvo a cargo de la directora Lucía Zicos, con estudios de perfeccionamiento en dirección de óperas, fue una pieza clave. Por este motivo no sorprende que haya sido la más ovacionada al terminar la obra.

“Loreley” es una segunda versión de la ópera  “Elda” que Catalani estrenara en 1880, y a la que además de acotarse se le devuelve a los personajes los nombres originales según la leyenda. En esta ocasión fue interpretado por la soprano Adelaida Negri, directora de la Casa de la Ópera en Buenos Aires, quien a penar de su gran idoneidad y talento, tuvo algunas desprolijidades en la pasaje desde la voz de cabeza. La contrafigura, Anna, fue interpretado por la joven soprano María del Rocío Giordano, la segunda más ovacionada de la noche, y sin lugar a dudas, toda una promesa. Los dos roles masculinos principales estuvieron a cargo de los tenores brasileros Miguel Gerardi y Douglas Hahn, quienes con el tenor argentino Víctor Castells completaban el elenco de figuras. También participaró  el numeroso Coro Casa de la Ópera de Buenos Aires a cargo del maestro Ezequiel Fautario y el ballet.

Luciana Prato se inclinó por coreografías modernas para la compañía Surdanza que cumplió, y vio su momento de máxima calidad con el solo clásico a cargo de los bailarines Sofía Sciaratta y Guido Bonacossa.

Llevar a escena una ópera es una empresa muy costosa, por esa razón estas producciones independientes no pueden verse con la exigencia de los grandes teatros nacionales. Es perfectamente entendible la utilización de una escenografía minimalista, realizada por Hugo Ciciro e innecesariamente apoyada en proyecciones de video que a mi entender le restaban calidad a la puesta. El vestuario de Mariela Daga fue muy bueno para las figuras, correcto para el coro y regular para el ballet.

A este gran esfuerzo por subir a escena una obra de tal embergadura lamentablemente no acompañó la puesta estática y mal planteada de Eduardo Casullo y su diseño de luces obvio y exagerado. El coro, bien dispuesto sobre el espacio pero estático, aún cuando era grande en número no fue aprovechado escénicamente. En tanto las figuras principales deambulaban sin sentido, realizando movimientos no pulidos o contrarios a la acción. Un ejemplo de esto, casi al final de la obra, es cuando Loreley llama a Walter. En este momento Loreley representa a la sirena cuyo llamado es irresistible para los hombres, quienes mueren al acudir a él, sin embargo, fue la protagonista quien al llamar a Walter se acercaba físicamente más a él, a punto tal que en el momento en que el caballero no puede vencer sus instintos y corre hacia ella apenas existía un metro entre ambos. Estas desprolijidades en la puesta la deslucen, no pasa por una cuestión presupuestaria, es un tema de dirección de actores que no fue bien trabajado.

Se produjeron algunas fallas técnicas con el teleprompter utilizado para la traducción simultánea, pero nada que impidiera seguir la obra.

En limpio, siendo una empresa independiente que encara una puesta tan compleja, el espectáculo ofrecido fue bueno.

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