domingo, 26 de septiembre de 2010

Ópera Kátia Kabanová, Teatro Colón

Por Mariana Fracassi Lazzarini
Imágen: Diario Clarín


Lejos de jugar con todas las posibilidades que el escenario del Teatro Colón permite, Pedro Pablo García Gaffi eligio trabajar lo abstracto en su máxima expresión, presentándonos un espacio vació, con apenas unos elementos escenográficos y una puesta de luces mínima. En medio de tal desolación los personajes empequeñeceron y los artistas crecieron en el agobio que la obra les impone.
La ópera es fiel a la obra teatral “La Tormenta” en la que está basada, con mínimas modificaciones. Trata de una mujer, Katia Kabanoba, que en la Rusia pueblerina de 1860, vive expuesta a la tiranía de su suegra y con la complicidad de su cuñada comete adulterio, algo que sumado a la presión a la que es sometida diariamente, la atormenta a tal grado que la lleva al suicidio. En la puesta del Teatro Colón se extrañaron las grandes escenografías y majestuosos vestuarios, pero la sensación de desolación que sufre la protagonista pudo escenificarse.  
Otra de las características de la puesta de García Gaffi es la eliminación de los intervalos presentando a la obra en un acto único. Algo que es casi prohibitivo para algunas obras, en esta, con una duración de total de 90 minutos fue acertado ya que permitió que la tensión escénica fuera en aumento y no de dilatara con los cortes.
Y como si con “estas” no tuviéramos suficiente, García Gaffi sumo a la ópera un elemento a los que los directores de escena suelen ser esquivos: el audiovisual. Su utilización para presentar la obra mediante un cortometraje, algo muy utilizado en el teatro moderno, no deja de ser novedoso en la ópera. En tanto su utilización como medio escenográfico en lo personal no me convenció. Si bien he leído el texto y sé que el autor pide que el rio Volga esté presente en escena, viendo material fotográfico de puestas realizadas en teatros de otras partes del mundo, y sabiendo las posibilidades que ofrece el Teatro Colón, su utilización fue, si se me permite, poco feliz.
Dejando la puesta de lado, en lo personal era la primera vez que asistía a una ópera cantada en checo. En ocasiones como ésta, en donde el idioma imposibilita todo intento por entender el texto, el canto se vuelve un instrumento más de la orquesta y se aprecia de diferente manera cada diferente timbre de voz. El carácter de los eslavos, tan diferente al nuestro, convierte a los acentos en un idioma difícil de decodificar pero prestando atención se pueden observar los matices dramáticos de los personajes.
Para esta puesta el Teatro Colón contrato a artistas provenientes de países muy dispares: para el papel de Katia, la soprano eslovaca Andre Dankova; la mezzosoprano Agnes Zwierko para interpretar a la tiránica suegra, la mezzosoprano rusa Elena Zhidkova para el sol de cuñada; el tenor inglés Philip Shwffield para interpretar al esposo, el bajo alemán Reinhard Dorn para el rol del viejo Dikoi, un comerciante tan tirano como la suegra de quien es amigo, el tenor norteamericano Mark Duffin para interpretar al amante de Katia y el tenor inglés David Curry. (¡Cómo habrá hecho el criollo García Caffi, director del Colón devenido en régisseur, para entenderse con ellos…?) El elenco es un lujo, y si bien no me siento capacitada para hablar de cuestiones musicales puntuales, sino sólo hacer un comentario de la puesta, debo decir que las voces de todos son verdaderamente bellas.
La ópera no es muy “tradicional”, hasta en la música es diferente (punto éste que no ampliaré por lo antes expuesto), pero realmente es recomendable ir a verla. Es un obra que casi desconocida en Buenos Aires, su única puesta en el Teatro Colon es de la década del 60 (¡yo ni había nacido!) y tiene la particularidad de estar interpretada en checo, un detalle para nada menor teniendo en cuenta que la puesta del ’68 fue en alemán y como he comentario, el idioma es un elemento interesante. No esperen ver morir a la Violetta de La Traviata o a Mimí de La Boheme; Katia en primer lugar es eslava, y luego, lejos de ser cortesana atrevida o una parisina modesta, es una mujer atormentada por su pecado y viviendo bajo una presión que no resiste. “Katia Kabanova” de Leos Jannácek es diferente, pero eso no quita que sea bellísima.


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